sábado, 5 de mayo de 2012

Juan de Austria y la victoria de Lepanto


Don Juan era hijo del Emperador Carlos I y hermano del sucesor de éste en el trono español, Felipe II. Nació en la por entonces provincia española de los Paises Bajos Españoles, actual Bélgica.

Desde joven rechazó la vida eclesiástica que le propuso su padre el Emperador Calors I. Cuando ya reinaba su hermano Felipe el prudente, éste lo nombró Capitán General de la Mar. Tras redimir con éxito las revueltas de los moriscos en las Alpujarras se crea en Europa en 1571 la Liga Santa con la intención de parar el avance turco en el viejo continente. Esta Liga estaba integrada por el Reino de España que aportó la mayoría de las naves y soldados y sufragó casi todos los costes. También participó en este bando los Estados Pontificios, la República de Venecia, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya.

Todas las tropas cristianas estaban bajo el mando de Don Juan. Para esta ocasión se rodeó de los mejores navegantes españoles de la época como Alvaro de Bazán, Alejandro Farnesio o Luis de Requesens entre otros. La derrota significaría dejar indefensas las costas de los territorios españoles en Italia, África o la propia península Ibérica, que se vería desprotegida del avance otomano.

La flota cristiana, unos 300 barcos en total y casi 100 mil hombres, partió desde Mesina hacia el mediterráneo oriental en busca de los turcos. El plan de Don Juan era salir a su encuentro allá dónde se encontrasen y combatir agresivamente. El encuentro se produjo en el Golfo de Lepanto, actual Grecia. Allí se habían refugiado las 300 naves de la armada otomana con sus 120 mil soldados.



La mañana del 7 de octubre de 1571 se pruduce la más grande ocasión que vieron los tiempos, ni esperan ver los venideros, como dijo nuestro queridísimo Don Miguel de Cervantes, el cual participó en la batalla. Antes de comenzar tan colosal batalla, Don Juan arengó a sus tropas de manera brillante y contundente:

"Hijos mios, a morir hemos venido, o a vencer, si el cielo lo dispone. No déis ocasión para que el enemigo os pregunte con arrogancia impía, ¿donde está vuestro Dios?. Luchad en su santo nombre porque muertos o victoriosos habréis de alcanzar la inmortalidad".

Muy en serio debieron tomarse los soldados cristianos estas palabras, ya que consiguieron ganar la batalla al temido enemigo turco antes de que cayera la noche. La victoria se llevó a cabo gracias al arrojo y valentía de los soldados que lucharon cuerpo a cuerpo sin temor a la muerte, incluso el propio Don Juan. La inteligencia de los capitanes también fundamental en el triunfo de la Liga ya que con sus conocimientos, la veteranía y el valor empleado en la batalla hicieron retroceder las huestes otomanas, salvando a Europa de una terrible invasión turca.



Las galeotas turcas no pudieron con las galeras españolas. Sus flechas no pudieron con nuestros arcabuces. Nuestros hombres estaban más preparados para la guerra que ellos... Nuestro Dios era más fuerte que el suyo.



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